un café con eduard mira, comisario del any jaume i |
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“Jaume I fue un hombre muy de su época, capaz de emocionarse con una golondrina y de cortarle la lengua al obispo de Girona” | |
Por Vicent Escamilla Giménez |
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Valencia rezuma el
dulzón aroma de las 17.30 horas y se nota que la ciudad ha estado
recibiendo agua de mayo, pese a que el sol brilla de nuevo aleteando.
Somos conscientes del privilegio que se nos ha otorgado, puesto que
nuestro interlocutor es reacio a conceder entrevistas a medios de
comunicación. El marco: la cafetería del Hotel Inglés frente a la
portada del palacio del Marqués de Dos Aguas, de Valencia. El tema de la
conversación: la figura del rey Jaume I.
Eduard Mira llega apresurado, apurado porque es consciente de que el tiempo se le ha echado encima y aún pesa el compromiso con la puntualidad adquirido de su experiencia como profesor de Cambridge. Pronto nos damos cuenta de que el guión que habíamos preparado para la entrevista se ha venido abajo por el gesto espontáneo de nuestro interlocutor. Tampoco hará falta. La palabra del erudito va dando ordenados saltos por la historia, relacionando los hechos con su contexto y salpicándolo todo de ácido humor, muy valenciano. La Generalitat, institución que hunde sus raíces en el corpus normativo que generó Jaume I, decidió que este profesor universitario, especialista en el desarrollo histórico de la ciudad europea y la memoria colectiva, sea el comisario coordinador de los actos previstos para honrar el 800 aniversario del nacimiento del monarca fundador del Reino de Valencia. Parece que todo se desencadenó el 15 de agosto en una planicie de lo que ahora es El Puig, donde se libró la única batalla campal de la toma de la ciudad de Valencia. -Jaume I no estuvo en el choque entre la caballería pesada cristiana y el endeble ejército islámico, pero ¿cómo no podía estar allí?—explica Mira, y él mismo responde – El arte y los artistas lo representaron como participante de aquella batalla, porque Jaume I pronto se convierte en leyenda, es el Roldán de los valencianos, es un personaje mítico y debe estar en todas partes. Ya en el siglo XV (apenas doscientos años tras su muerte) es un elemento esencial de la memoria colectiva; de lo contrario el Centenar de la Ploma, la milicia de Valencia, no lo hubiera tomado como icono. Un monarca práctico Nos llama la atención que un ejército, el cristiano, muy superior a su oponente, no tome a la fuerza una ciudad (Valencia) que daba la llave de un reino. Mira disipa las dudas. –En el ejército islámico sólo había un porcentaje pequeño de soldados profesionales que no tenían nada que hacer contra unos jóvenes que desde los 6 años sabían funcionar con armas y que actuaban con caballería pesada. En el Puig luchan 500 cristianos y aunque los musulmanes sean millares no pueden hacer nada. Los machacan. - Cuando él conquista Valencia ya sabe, porque ha tenido la experiencia de Mallorca (en la que los nobles han tomado al asalto la ciudad), que si deja a sus caballeros tomar Valencia deberá darles algo a cambio. Entre otras cosas, primero ejercerán su derecho al saqueo y luego, difícilmente podrá considerar territorio plenamente real el que no ha tomado personalmente. Jaume I toma la ciudad por capitulación, no por asalto y eso es lo que la convierte en ciudad real. -En el comportamiento de Jaume I funciona la realpolitik. Lo práctico. Ha aprendido de Mallorca; y en Valencia quiere acabar con una población viva. Alguien debía trabajar la tierra. Además, su interés es que los nobles aragoneses no se extendieran hacia una salida al mar. Al capitular, la ciudad lo hace a su favor, no hacia el de los nobles. El pragmatismo real, verdadero y monárquico, también se dejó ver en la relación entre la religión y el rey. Ya desde muy pequeño tuvo noticia y contacto con los cátaros, unos “herejes dualistas”, entre los que se había criado. A su vez, la campaña valenciana mezcla en sus orígenes una guerra por territorios y un espíritu de cruzada, instigada por la Orden del Temple. Esa dualidad y realismo hacen que –Siembre el territorio de templos dedicados a la Asunción, la dama por excelencia, etérea, al tiempo que tiene señoras mucho más terrenales en su vida. Une todo ese espíritu caballeresco militar con el amor cortés, lo que hace posible que conjugue una gran devoción mariana con innumerables amantes. La conquista del Reino de Valencia no se libra tampoco de esta “realpolitik”. Así, por ejemplo, Mira explica cómo el monarca utilizó técnicas propagandísticas, no muy alejadas de las que hoy en día podemos ver en las retransmisiones televisivas de conflictos armados. -El caso de Burriana es curioso, es una ciudad propagandística, la toma con un asedio y cuando entra hace una iglesia de libro, con un ábside semioctogonal, la capilla arquetípica del gótico mediterráneo, una nave con capillas laterales y mucho más grande de lo que necesitaba la población de la misma. Es un acto de propaganda con el que el rey busca hacer saber que ha creado una ciudad nueva, cristiana. Valencia, un reino urbano Ciudad, burgo, urbe, polis… Cuando este concepto aparece en la conversación la mirada de nuestro interlocutor cambia. También su tono. Su explicación adquiere entonces unos matices académicos llenos de… pedagogía (cuando Eduard Mira lea esto seguro que se le escapa una sonora carcajada). Una idea que puede parecer alejada de un hecho histórico como el que estamos desgranando. Sin embargo, la conversación con Mira y sus dotes para la mayéutica logran que asumamos que es un fundamento capital. -El nuevo reino de Valencia que crea es un reino urbano y real.- Y su carta de naturaleza son los fueros. –Los fueros son importantísimos, es toda una constitución urbana en el momento de origen de la gran ciudad europea, casi contemporánea a la Carta Magna inglesa. Jaume I extrapola una constitución real y urbana al total del Reino, cosa que no pudo hacer en Mallorca, porque no había ciudades. Aquí, en cambio, hay ciudades de una cierta entidad al margen de Valencia: Morella, Burriana, Xàtiva… - La ciudad es la gran creación del genio occidental europeo. Las ciudades musulmanas no son autónomas, dependen del poder estatal. Al conquistador se le plantearán a lo largo de la campaña tres soluciones: o hace una ciudad nueva, como Castellón o Vila-real; o unes al lado de una ciudad musulmana, una cristiana, quedando aquella como un suburbio (Cocentaina, Alicante); o si la ciudad es muy grande, realizas una operación de reforma interior, como en Valencia. ¿Es posible mezclar al rey Jaume I, a Guillermo de Ockham y a Sherlock Holmes en un mismo razonamiento? Evidentemente, es una pregunta retórica. Imaginen las caras de los vecinos de terraza, testigos de nuestra conversación, al escuchar entremezclados estos tres nombres. Su hábitat compartido es el modo de pensar del Conquistador (en mayúsculas) y de los centenares de conquistadores que lo siguieron. - En la toma del Reino de Valencia primó el mismo espíritu que el de los pioneros en la conquista del Oeste Americano. Los conquistadores deben resolver problemas puntuales para seguir adelante. Funcionan de acuerdo con la lógica medieval nominalista, que va de lo particular a lo general, sin grandes teorías, como harían Guillermo de Ockham o Sherlock Holmes. Este ascetismo del razonamiento, la búsqueda de lo simple, tendrá su reflejo en todas las facetas y la arquitectura no escapa de ella. - El gótico mediterráneo aquí da un paso adelante por la necesidad del repoblador de resolver problemas. Mezcla recursos que ya tenía con cosas que se inventan y que, posteriormente, retornan a su espacio de origen nuclear, como la iglesia de Santa Águeda, la capilla del Palacio Real de Barcelona. Al pensar en el siglo XIII, nos asalta una cuestión, ¿qué se estaba haciendo en arte entonces, qué les gustaba? Nada más efectivo para cicatrizar nuestra duda que una sentencia contundente: –El arte para ellos está “Ad maiorem dei gloria”. Los elementos artísticos y arquitectónicos son propagandísticos y actúan como actas notariales de ellos mismos. En la época de Jaume I se estaba practicando el Románico tardío y Gótico mediterráneo aquí; y en Francia, gótico ya de verdad. Todos estos ingredientes, amalgamados y unidos, como el azucarillo que Eduard Mira desleyó en su café, conformaron un mito, el del rey conquistador, considerado el “padre de la patria” en Valencia y Mallorca, que nos legó lengua y cultura y que, al unísono, provocó que los aragoneses se sintieran “estafados con él” al “negarles la ampliación de su reino y la salida al mar”. A su muerte, en 1276, tenía “lo más parecido a un reino confederal, utilizando términos actuales, que se unificaba en la persona del Rey, encarnación del Estado”. Este reino acabó dividiéndose por las dudas (incorporamos aquí el epíteto “titubeante” a la figura del mito) que Jaume I tuvo entre el derecho clánico germánico y el derecho romano, que lo inclinaron hacia este último. El comisario Mira planea realizar el próximo 9 de octubre, o para el cierre del Año Jaume I una “gran procesión cívica”, que tome como modelo la que organizó Alfons el Magnànim, en 1428. - Me gustaría que desde 2008, una época urbana en la que las ciudades vuelven a tener la importancia que tuvieron en la Baja Edad Media, se mire a una época de esplendor, el siglo XV, cuando Valencia fue una de las 10 ciudades más importantes de Europa. Que la gente sienta que han sido importantes. |
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