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Chirivella Soriano
Un binomio de arte gótico-contemporáneo

La Fundación Chirivella Soriano es una de las grandes noticias que en el ámbito del arte, las exposiciones y los museos pueden darse en una sociedad como la nuestra, moderna, a la que vez mercantil y utilitaria en exceso. No debía de ser noticia, pero lo es, justamente por el carácter altruista que contiene el hecho de que dos personas dediquen su tiempo, su hacienda y su colección de arte a crear un espacio donde mostrar sus obras adquiridas durante más de 20 años a sus conciudadanos y de hacerlo además en un marco incomparable: un viejo palacio, casi olvidado, tapado por sucesivas actuaciones y a punto de ruina: el palacio Valeriola, de la calle de Valencia del mismo nombre.

 

Cartel de entrada de la exposición Veles e Vents
en la planta baja del Palacio en donde resaltan los arcos góticos.

Manuel Chirivella y Alicia Soriano son los protagonistas de esta historia que, desde el ámbito de lo privado tiene tintes de gesta, si no fuera porque en estos tiempos que vivimos las gestas ilustres tienen poco eco. Dos aficionados al arte que durante más de dos décadas han venido adquiriendo una colección de pintura española.

Este es el origen de la fundación, y como tal, su actividad “descansa en ideas programáticas: Por una parte, recuperar para la ciudad de Valencia un edificio como el Palau Joan de Valeriola, de indiscutible importancia histórica y situado en el casco antiguo y centro histórico de la ciudad de Valencia”. Y después, mostrar (que es compartir) pues “toda manifestación –insisten– cultural debe de ser puesta al servicio de la sociedad para cumplir su fin primordial de transmisión intelectual”, explicaron.

La Casa-palau de Joan Valeriola, cuyo origen se remonta al siglo XIV, fue adquirida en el año 2001 por Manuel Chirivella Bonet y Alicia Soriano Lleó con el objetivo de restaurarla para sede de su Fundación, con el fin de ofrecer muestras que van desde la exposición de su propia colección hasta exposiciones temporales, iniciativas intelectuales y compromisos expositivos de variada factura. El edificio perteneció a una de las ramas de la familia Valeriola que, a su vez, dio nombre a la calle del centro histórico de Valencia donde está situado. Los avatares históricos del edificio a lo largo de siete siglos son muy diversos.

Hasta 1992 apenas había indicios administrativos, parecía como si se lo hubiese tragado la tierra; estaba oculto por sucesivas actuaciones a lo largo de los siglos que lo habían transformado finalmente en un edificio de pisos; de hecho, el valor del inmueble era desconocido. Se supone que nadie pudo acceder a él cuando se realizó la primera catalogación del patrimonio arquitectónico de la ciudad porque los planes del centro histórico de 1982 ni siquiera lo protegieron.

Los que lo sustituyeron en 1992 hicieron una apreciación errónea, ya que declaraban su crujía delantera con una protección distinta de las posteriores, como si perteneciesen a dos inmuebles distintos; un error que sigue sin subsanarse. En 1992, el Ayuntamiento de Valencia lo declaró en ruina inminente, aunque los técnicos de la Dirección General de Patrimonio de la Consellería de Cultura se opusieron a la medida ya que habían detectado indicios de su valor (artesonados enmascarados por capas de cal y arquerías góticas en planta baja, entre otros vestigios).

El proceso ejecutivo de la ruina se logró paralizar y con la puesta en marcha del Plan RIVA, a finales de ese mismo año, se pudo iniciar un cambio de rumbo. “Para nosotros se trataba como otro objetivo el crear un espacio plural en el que además de la colección propia tengan cabida otras manifestaciones culturales, tales como exposiciones temporales, conferencias, unidad didáctica, etc” Y que mejor que un viejo, casi derruido y olvidado palacio.

Fue una labor de búsqueda, pero también de un olfato arquitectónico de primer orden con el arquitecto Carles Dolç que elaboró el dossier técnico del edificio y dirigió los trabajos de restauración, en los que el equipo de Javier Catalá –que recientemente ha restaurado entre otros los ángeles músicos de la catedral de Valencia– se ha encargado de los artesonados.

Manuel Chirivella no duda en la siempre difícil tarea de conjugar monumentalidad y arte contemporáneo: “La propia estructura rectangular de las salas favorece esa conjunción permitiendo un visionado de la obra colgada, de los artesonados y del propio palacio que complementar en perfecta armonía sin que un elemento reste importancia al otro”.

Los materiales empleados en la rehabilitación y el absoluto respeto al Palacio en todo el proceso han dado como resultado un armónico conjunto que permite la brillantez de cualquier exposición, como ya ha demostrado en estos dos años y medio de actividad.

Una programación que comenzó con una exposición inaugural “Un Palacio sin Puertas” con la muestra de los fondos de la Fundación en las plantas altas e instalaciones de los jóvenes artistas Marcela Navascúes y Fernando Lorite en la planta baja. Ese mismo año tuvo lugar un curso sobre “Mantenimiento de los Materiales Plásticos en el arte contemporáneo” de la doctora Thea Von Osteed de la Universidad de Ámsterdam, a la que siguió una celebrada exposición “Andy Warhol. The Factory”, por primera vez en Valencia.

En 2006 actividades temporales de la Fundación reconocieron el clima de consolidación del proyecto con Luis Eduardo Aute, del fotógrafo Nico Martínez en coordinación con el Museu de la Ilustración y la Modernidad (Muvim), y una mesa redonda sobre “Persistencia de elementos Geométricos en la pintura contemporánea” con Joaquín Michavila, Román de la Calle, José María Iturralde y Vicente Patuel.

En 2007, el arquitecto valenciano José Luis Romany fue centro de atención en “Raíz, Construcción y Vida”; Manolo Martín en “Foc a la ciutat”, Chema López al que se le hizo una retrospectiva: “El brillo de sapo. Historias, fábulas y canciones” y dos conferencias sobre literatura, cine, pintura y realidad museística con notables participantes.

Relaciones institucionales
El Museo de la Fundación Chirivella Soriano es el primer centro privado de arte contemporáneo de la ciudad de Valencia y al decir de sus fundadores: “Debe ser el papel con las instituciones públicas de compatibilidad complementaria, jamás enfrentado, para con ello poder dotar de una mayor calidad a la oferta cultural de la Comunidad. En esta ciudad somos los únicos pero en otras ciudades españolas como Barcelona o Madrid, y sobre todo en Francia y Suiza existen muchas Fundaciones privadas que ejercen esa función de complemento y enriquecimiento cultural”.

El resultado de esta fructífera infancia como fundación y como Museo no se ha hecho esperar; la asistencia a los eventos programados, el paulatino conocimiento del espacio por gran cantidad de valencianos y visitantes, y también la concesión de la Medalla de Plata del Consell Valencià de Cultura, como Benefactor del Patrimonio Valenciano, concedida en 2007.

También el diario Levante le concedió el título de “Importante” galardón que el rotativo valenciano sólo otorga a personalidades que han destacado muy especialmente por su labor. “Quisiéramos hacer hincapié –añaden– en la necesidad de que intensifiquemos los lazos de unión entre otras Fundaciones privadas de otras ciudades como estamos haciendo con la Fundación Martínez Guerricabeitia o las que en el futuro puedan surgir en Valencia, y destacar la colaboración estrecha que tenemos con la Galería Tomás March, como así se acreditó en la exposición de Chema López; o con la Galería La Nave con la exposición que preparamos para septiembre de 2008 de Carolina Ferrer”.

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